San Rafael, patrón mío y de Córdoba,
de lo imposible y del desierto,
tú sabes que tengo mis esperanzas puestas
en una vacuna de lirios, malva y limón,
para esta horrorosa pandemia endémica.
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Si no eres un animal que proteges el desierto,
sé humilde estas hecha de arena,
sé noble, estas hecha de estrellas,
sé generosa y cobijame con tus alas,
hasta que desaparezca esta mortal pandemia.
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Por esa luna que alumbra estas intransigibles arenas,
si no eres un animal,
sácame de estas arenas,
y te nombro mi gran almirante mi dócil camello
para el desierto, -quizás este hablando como un loco-.
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Afuera de aquí llueve gran Arcángel
y la lluvia entra en los vidrios de la noche;
así que me retiro al sitio donde vivo,
cierro las ventanas y entro de pie en los sueños.
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Dejo vagar mi imaginación sobro las yerbas cortas,
un perro vagabundo sigue ladrando en el desierto,
en mis escabrosos ensueños,
me acerco a los bravos ríos y de sus dulces aguas bebo.
Donde los peces me miran con sus ojos redondos
y se beben la luna dormida.
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