En el jardín de la plaza de Andalucía,
donde se alza majestuosa la estatua de Diego el del Gastor;
donde juegan los niños todo el día,
un jardín donde transcurre el tiempo demoledor.
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En asientos de hierro fundido y soleadas
junto a las palmas y las naranjas amargas;
trabajan los abuelos, el esparto y las palmas
y las abuelas confeccionan calcetines, gorritos y bufandas.
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Los jilgueros anidan en los limoneros
y por la breña se ven, pastores y cabreros;
en el quiosco compran las chicas, helados y caramelos,
mientras se van paseando, las mujeres y los mozuelos.
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Se preguntan sorprendidos aquellos dos:
¿porqué no tiene la torre de la iglesia, reloj?
que nos diga, si son las doce, la una o las dos,
para que lo quieres, si hoy tenemos relojes tos.
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Cuchichean las parejas y en el silencio se oyen
¿porqué te veo tan bonita, con esa flores que te ponen?
que pareces una amapola que la va meciendo el viento,
a mi me se para el corazón y se me nubla el pensamiento.
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Ella le contesta: eso será el aire encantado de la primavera,
o que tú me nublas la razón cuando te tengo a mi vera!
no me digas esas cosas, -chiquillo loco-
que mi mare no quiere, ni yo tampoco...!
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