Si quieres puedes venir, a esta casa del níspero,
los san Pedros y el canario en la ventana;
pero te advierto que aquí son muy crudos los inviernos,
las noches son gélidas y largas.
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Ya sabes, es duro en esta casa, la humedad
dibuja anchos mapas hostiles y rebeldes,
en todas sus paredes y en los techos,
con ruda indiferencia hacia los huesos.
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Yo, tú sabes, soy puntillosos, pues fue mucho el tiempo
que viví solo y me hice unos códigos y una forma de vivir,
que no me gusta y por lo tanto no permito,
entre otras cosas, que te comas las frutas del frutero.
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Tampoco que naufragues en mi almohada,
robándome los besos entre sueños;
y menos que me lo cambies todo a tu forma y antojo,
tres o cuatro veces a la semana.
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Así que puedes venir si quieres, Soledad,
y quédate conmigo todo el tiempo que te apetezca;
pero luego no me digas que te obligo
a salir de noche a inconfesables juergas...!
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Yo por naturaleza, soy un amante infiel,
que sólo sé estar solo cuando tú me acompañas;
es cuando me abandono en tus brazos
y dejo que hagas de mi todos tus antojos;
-con los que disfruto y gozo-.
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