Las noches oscuras y frías en el castillo de Santa Catalina,
vigilando aquellos bandidos, hijos de la patria y de su madre...
con múltiples condenas a sus espaldas,
y con la firme intención de fugarse, pero antes
con la idea fija de llevarse a un centinela por delante.
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La arena de los patios se arremolina
y desaparece en el fondo de los cielos,
como se arremolinan mis pensamientos,
buscando una solución razonable a todo esto.
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En su pieza el general reza una oración
por él y por todos aquellos,
y quisiera olvidarse de todas sus culpas y todas sus condenas;
mientras su perro se orina en la puerta de la celda.
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En la sala de armas una golondrina vigila
insomne las aceitadas bayonetas caladas,
y yo decido lo que voy a hace mañana, después de esta negra
noche de guardia que la tengo clavada en el alma con
palabras: !Alerta el uno, alerta el dos, el tres alerta esta....!
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El aterido centinela asustado sigue haciendo su ronda,
pero convencido que será la última: mañana será corneta...
y se terminarán para él las guardias de armas.
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Una flauta de piedra señala el lugar de los sacrificios,
en medio del mar mediterráneo con su negro oleaje,
del polvo que levanta el ejercito nacerá un ebrio
planeta coronado de ortigas....!
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