Imagen tomada de la red.
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A la hora de ordenar sus zapatos como barcas,
este minino blanco, pensaba como navegaría
estos zapatos, con un motor fuera borda,
por el mar mediterráneo.
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Confundiendo sus ojos negros con la noche,
relamiéndose gustoso rompiendo el silencio
con su acompasado ronroneo, sabe que si no
baja la cabeza, topara con la escalera.
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Este gato más pequeño que un grano de mostaza
se acomoda limpiamente en un zapato,
pregunta confundido por su madre,
si le traerá una suculenta espina de pescado?.
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En la hora difícil se ríe del payaso
que inventamos para cubrirnos el rostro
y pasamos desapercibidos si nos están mirando,
mientras él bebe de la luna cuando tiene sed.
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Su mamá, la feroz gata negra que se pasa por mi cabecera
enseña sus caninos de fiera,
pues ella siempre soñó con ser pantera,
y lo aprovecha de asteroides hirsutos...
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No maya, no hace caso, tiene delante un muro
que en su memoria fue un caballete de tejado,
por donde se lucía un gato blanco en el pasado;
que le dijo muy galante: buenos días: !gata mía..!
-Ella sólo alzó la pata a la luz de la luna-.
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