En una luz pajiza, entre olores a ceniza,
con un vestido marrón y con porte de marquesa;
la abuela Marianita, se reflejaba la señora
al fondo del viejo espejo...
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Allí de pie, en su sombrilla apoyada
con ese porte suyo de de dama,
de la alta aristocracia, aunque no tenía
ni donde caerse muerta-pero porte le sobraba-.
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Se evaporaban casamientos y casas,
pues aunque tenía un buen ramillete
de hijas casaderas, aún en casa, pero lo que
suele pasar en estos casos;
los de a pie no llegan y los de acaballo se pasan...!
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Los secos jirones que de apoco dieron
gusto a sangre en la boca de aquella familia;
que en otros tiempos fue adinerada..
pero las guerras y los muertos pequeñitos,
terminaron con todo: -sólo quedó el luto-.
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Y también quedó el amor..-que de esto si hubo-
que siguió con la aridez de los años;
que murió inútil en su piel reseca,
ella fue inmune a las enfermedades de su tiempo..
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Durante décadas le bastó con sus amigas
del pueblo y recordar los ricos duraznos
que se criaban en su huerto;
luz de fiel melancolía....!
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Reservado el derecho de autor.
Hermoso poema para aquella dama que fue tu abuelita, amigo Rafael. Me encantó. Recibe mi abrazo. Ingrid Zetterberg
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