Se lamentaba en una esquina de Bagda,
Rafael Perdigón: "el Mustafa";
entre su camello y las almenas,
le suplicaba a sus cadenas...
*****
¿No sabes que me entregué de por vida a ti?
porqué no te enterneces y te apiadas de mi..
te bebiste mi corazón y mi sangre,
y terminaste comiéndote mis huesos y mi carne.
*****
Mi hijo, Abu Hashim, al verme rodeado de ti
sin saber que había en tu mano, si una espada o un candil;
ten piedad de un niño temido..
a la fiera, a la peno o al dolo.
*****
Ten piedad de su pobre hermanita
que le hiciste tragar veneno, pobrecita;
sé que tal vez haya quien se de cuenta,
pues te pareces bastante a la pobre Cenicienta.
*****
Pero las demás aún no saben nada
y yo no quiero que lo sepa ni mi amada;
por eso, alumbranos, media luna,
y muestrale tu blancura y tu hermosura...
*****
Y si tengo que dejar mi vida en la rivera,
cuando cansado y aburrido sucumba;
alumbra: !oh media luna! por la vez postrera,
las olvidadas flores de mi tumba....!
******************************************
Reservado el derecho de autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario